En todos los ámbitos de la vida de los venezolanos se ha metido el mal germen de la violencia, y ya no se habla sólo de agresiones físicas sino de las heridas emocionales que poco a poco van creando la incapacidad para resolver los conflictos y creer que todo se arregla a mandarriazos. Por eso Cecodap concluyó en el VII Seminario Impacto de las Situaciones Socioemocionales de la Convivencia Familiar, Escolar y Comunitaria que en las relaciones entre los adultos y entre los niños, niñas y jóvenes hay que derretir los efectos de la violencia porque «se corre el riesgo de banalizarla socialmente y reforzarla culturalmente».

A las escuelas y liceos llegó y se instaló como un estudiante más, se llevó un arma de fuego o un arma blanca y ahora al salir de la jornada matutina o vespertina los chamos agreden a sus compañeros para robarlos o golpearse entre sí. «Niños y adolescentes están dando señales de intolerancia que deben ser percibidas y canalizadas a tiempo, porque todo lo que se obvia y se evade se naturaliza y se repotencia», afirma Oscar Misle, fundador de esta ONG.

Tampoco se trata de culpar a los adolescentes porque repiten las conductas de los adultos o reproducen lo que ven en la sociedad, sino que a los diferentes actores de una comunidad educativa les toca «asumir su responsabilidad y sobre todo, que durante estos procesos haya una participación protagónica de niños, niñas y adolescentes», en la solución de los problemas.

Además ya no se mira la violencia como un hecho so ciológico deslindado de lo humano, sino que las emociones forman parte del compuesto global, y en dirección opuesta al pensamiento tradicional, atender la emocionalidad de los estudiantes y brindarles herramientas, les permitirá «comunicarse efectivamente, manejar sus emo¬ciones y solventar los conflictos, creando un ambiente de convivencia que indudablemente incidirá en su mejor desempeño como en el de los docentes», y también les servirá para otros espacios de su vida cotidiana.

ADICCIONES Y EVASIÓN La psicóloga Viqui Durán añade otro elemento que se convierte en consecuencia de la falta de reconocimiento a las emociones de los pequeños y adolescentes, y a la importancia de que puedan expresarlas. «Las emociones reprimidas pueden encontrar en las adicciones formas de compensación (…) El comportamiento adictivo muchas veces es reforzado y promovido por las personas adultas del entorno cercano de los niños, niñas y adolescentes como son el alcohol y el cigarrillo». Sin contar con otras sustancias que dañan su psique y promueven el descalabro de su emocionalidad derivando en un comportamiento violento, a veces sin explicación aparente. Según la especialista, las adicciones pueden ser «una evasión a las heridas emocionales de nuestros niños, niñas y adolescentes».

Y en realidad poco se enfoca la prevención de la violencia en sus diferentes manifestaciones para procurar la convivencia escolar, en la comunidad, en la familia, y menos de pro mover el Buen Trato, que es una de las campañas desarro lladas por Cecodap donde participan niños, niñas y jóvenes.

Peor aún, dice Fernando Pereira, miembro de la organización, lo socioemocional no halla «tiempo ni espacio» en las escuelas y liceos, que se preocupan casi exclusivamente por la formación académica y prestan poca atención a estas necesidades de las y los estudiantes. De allí el empeño de Cecodap por buscar vías de crecimiento personal para los adolescentes y niños, para que ellos mismos encuentren alternativas y puedan enrumbar sus vidas alejados de conductas agresivas.

Nota: En la edición de esta página titulada: «Chávez en deuda con jóvenes y niños», Cecodap envió una aclaratoria: «Hubo una confusión: SOS Aldeas Infantiles no suscribe el Recurso de Abstención u Omisión contra el Presidente de la República (…) esta acción fue suscrita por Cecodap, Fundación Luz y Vida, Proadopción, Ceides y Grupo Manos por la Niñez y Adolescencia».