Arantxa Castañón Mantilla y Alberto Marchante Blanco, reúnen, entre los dos, 16 años de trabajo pegados a los problemas humanos, físicos y psicológicos, que producen las drogodependencias. Trabajadora social, 14 años en Amat (Asociación Montañesa de Ayuda al Toxicómano), y psicólogo, respectivamente, auxiliados por una médica, Vivian Martínez, son las primeras caras que una persona ve cuando entra en Amat pidiendo información, ayuda, o ambas cosas. Allí encuentra un equipo profesional, discreto, que lejos de rendirse en un trabajo que podría resultar, muchas veces, frustrante, se estimulan cada vez que un drogodependiente tiene tan solo una hora de éxito.

No soportan escuchar eso de que «algunas drogas no hacen daño» porque su relación de sustancias empieza con el tabaco, sigue con el alcohol y termina con las sustancias más duras que pueda imaginarse, «eso de que el hachís no hace daño es una falacia y una trampa», explican. No aceptan más vocablo para que drogadicción que el de «enfermedad», «nadie quiere escuchar la palabra drogadicto, la sociedad la rechaza, pero cuando se entra en el problema se acepta como lo que es, una enfermedad», explican Castañón.

El perfil de la persona con adicciones, en Torrelavega, es similar, al de muchos puntos de España. Se trata de un hombre de entre 25 y 30 años, que dejó pronto los estudios y empezó a trabajar. Comenzó buscando estimulantes: tabaco, alcohol, cannabis… y está enganchado a la cocaína. «Normalmente empieza a tomarla como una forma de estimulación para aguantar la «marcha» de un fin de semana, luego llega el problema cuando el lunes, también la necesita para reponerse del cansancio e ir a trabajar. Al principio es fácil comprarla. Es poca cantidad y tiene un sueldo pero conforme va aumentando la dosis, se convierte, además, en un problema económico que para ellos no es ningún obstáculo: hurtos en casa, créditos en un banco y trapicheo a pequeña escala para el autoconsumo. De aquí, a los primeros problemas judiciales, sólo hay un paso», así resumen estos dos técnicos la progresión de un drogodependiente. Pero también los hay de «cuello blanco», personas de alta cualificación profesional o social «que entran en la rueda, como casi siempre, asociados al ocio y a la vida social». Los inicios se sitúan mucho antes, «a los 14 o 15 años, son el tabaco y el alcohol, los vestíbulos para llegar a los derivados del cannabis (hachís y marihuana), primero, y a los 17 o 18 años, ya los tienes plantados en la cocaína», explican.

Arantxa Castañón, que lleva 14 años en Amat, como trabajadora social, y que asegura que si volviera a elegir su profesión, «mil veces sería la misma», es una persona inasequible al desaliento, pero no olvida cómo, hace 25 años, la heroína, que destruyó a miles de jóvenes, tenía en Torrelavega un ejemplo de enrocamiento y advierte de que «aunque muy poco, tiene algunos repuntes actualmente». Ella y Marchante no soportan escuchar que «algunas» drogas no son tan peligrosas. «Por el ejemplo, se dice que en el hachís no hay riesgo, pero no existen drogas blandas ni duras, todas son drogas. Personas con predisposición genética a algunas enfermedades mentales, como la esquizofrenia o la bipolaridad, las desarrollan por el consumo de sustancias». «¿Drogas blandas?, no existen. Todas matan. Tabaco y alcohol causan constantes muertes».

Desde que hace 25 años se fundara Amat en Torrelavega, pionera en toda Cantabria y en España, como grupo de padres que, sin medios técnicos, trataron de ayudar a sus hijos, casi todos drogodependientes de la heroína. Han pasado desde entonces miles de personas: «No tenemos datos concretos más que a partir de 1998, ya que con un cóctel molotov nos quemaron la sede, y en ella, todos los documentos que había, pero han sido miles de afectados y de familias. Muchos se quedaron por el camino, demasiados, pero otros muchos más han salido adelante, y con uno solo que lo consiga, damos por bien empleados los 25 años de Amat. Como siempre nos dice nuestra presidenta, Rafaela González».

Actualmente atienden una media de 60 o 70 personas a la semana, drogodependientes, familias, o personas que buscan asesoramiento. Cualquiera, consumidores, familias, o simplemente quien quiera asesorarse, anónima y gratuitamente, puede llamar a la puerta de Amat, en la calle General Castañeda número 8, y será atendido.

Todo lo que allí se hable será confidencial. Trabajan, de lunes a viernes, con un horario flexible para que quienes trabajen lo tengan más fácil: atienden lo lunes, miércoles y viernes, de nueve de la mañana a tres de la tarde, y los martes y jueves, de nueve de la mañana a una de la tarde, y de cuatro a ocho de la tarde. «Somos afortunados con nuestro trabajo, ningún esfuerzo es mucho para conseguir levantar a una persona. Amat es una puerta donde llamar, abierta a la esperanza. Hay días muy duros pero el éxito son los pequeños logros. En nuestro trabajo se valora más las pequeñas conquistas. Un año sin consumir es el primer escalón para ganar la vida», rematan.