Trainspotting, la película del director Danny Boyle que fue estrenada en 1996, tiene una versión a la colombiana hecha bajo la dirección de Mario Duarte, que se presenta actualmente en el Teatro Libre de Bogotá. Como la película, la obra de teatro muestra el deterioro progresivo de los que mezclan rumba electrónica, marihuana y drogas pesadas como cocaína y heroína. Una obra dura que despierta interrogantes entre los espectadores. ¿Esa es la realidad de los jóvenes de hoy o existe una variación en la percepción que tienen de las drogas y un cambio en el consumo?

Según Duarte, las razones que hoy llevan a los jóvenes a consumir drogas son distintas a las que motivaron a los adolescentes de los años sesenta, los tiempos del hippismo, del «hacer el amor y no la guerra», de la liberación femenina, del «poder para la imaginación», de la utopía del cambio. Ellos tenían una visión romántica, mientras que los de hoy están marcados por la cultura del dinero fácil y el narcotráfico.

Que la juventud de hoy se comporta muy distinto frente a las drogas de como lo hacían generaciones anteriores no es una percepción, es una realidad. En esto coinciden especialistas como el psicólogo Augusto Pérez, director de la Corporación Nuevos Rumbos, y el psiquiatra y psicoanalista Ricardo Aponte.

Y si algunos de los hijos del hippismo que hoy deben estar en el orden de los 40 años, se rehúsan a asumir la adultez y, como Peter Pan, se niegan a crecer y buscan perpetuar la juventud mediante «sexo, drogas y rock&roll», los de hoy son distintos. «No pretenden evitar las etapas de la vida y aunque están empezando a vivir sus vidas más rápido, para muchos eso no necesariamente representa un problema», asegura Aponte.

Los jóvenes del presente son más abiertos al consumo de sustancias psicoativas, fuman más marihuana que hace 10 años, «meten» pepas sintéticas en las rumbas, así como poper y ácidos  y hablan del tema sin tapujos con sus amigos, en los colegios, en las universidades y en su entorno cercano… A estos cambios notorios en el perfil de los jóvenes consumidores que han detectado los especialistas, se suma el crecimiento del consumo por parte de las mujeres, que la atribuyen a la mayor participación femenina en todas las actividades sociales y productivas.

Pero lo más significativo de todo es que, a diferencia de la juventud de otros tiempos, los jóvenes de hoy son más autónomos, no ceden tan fácilmente a la presión de grupo para experimentar con sustancias prohibidas y, en general, están más conscientes del daño que pueden causarles las drogas y por eso menos dispuestos a correr el riesgo. «Los jóvenes saben que la droga es una elección que tiene que ver con el placer y si bien siguen usando pepas en las fiestas, también son conscientes del daño que producen las drogas y a la mayoría les asusta la degradación -asegura el psiquiatra Aponte-. No se sienten identificados con lo extremo de la historia de Trainspotting, la droga no es vista ni vivida de esa forma».

Y no es que la curiosidad y la necesidad de experimentación hayan dejado de ser características típicas de la adolescencia. Más aún, han aumentado las tentaciones, hay más información sobre las drogas, circula por Internet y sus redes sociales, acceder a ellas es más fácil, y todo esto se da en un ambiente de mucha tolerancia al consumo de alcohol que, según Pérez, es «la puerta de entrada a las otras sustancias psicoactivas».

Más y más pronto

Los especialistas Aponte y Pérez coinciden en que los jóvenes no solo son más independientes y autónomos, sino más conscientes del daño que producen las drogas, pero están en desacuerdo sobre la puerta de acceso a las sustancias psicoactivas. Mientras Pérez sostiene que «del alcohol a la marihuana, las pepas, la cocaína y la heroína el paso está cantado», Aponte cree que «no son tan claras esas líneas», y que «llegar a  sustancias más duras cuesta mucho en términos de riesgo, oportunidad y dinero».

Sin embargo, la experiencia terapéutica y de investigación de los dos especialistas los lleva a coincidir en varios puntos. El primero, que cada vez más jóvenes consumen drogas en forma habitual o esporádica. El segundo, que no necesariamente los más vagos, «calaveras» o malos son los más proclives a hacerlo, que también entre los considerados «pilos» o «nerdos» se presenta el fenómeno. Y para ilustrarlo, nada mejor que la figura de Bill Gates, típico «cincoentodo» del curso, superinteligente -hoy uno de los hombres  más ricos del mundo- ícono de la juventud que, en su momento, metió drogas pero antes de los 25 las dejó fácilmente.