Algunas de las «armas» empleadas actualmente para prevenir la drogadicción no parecen dar resultado. Esto es, al menos, lo que sucede con las campañas comunitarias, de acuerdo con un equipo de investigadores estadounidenses que publica sus conclusiones en el «American Journal of Preventive Medicine».

«Financiar las actividades de agrupaciones locales es tan atractivo (permite a toda la comunidad reunida responder a sus propios problemas) como políticamente popular», señalan Denise Hallfors, facultativa del Pacific Institute for Research and Evaluation (en Chapel Hill, EEUU). «Lo que no está tan claro es si, en realidad, estas asociaciones reducen el abuso de sustancias».

Precisamente Hallfors y su equipo trataron de evaluar la eficacia real de los programas comunitarios, unas campañas que son muy habituales en EEUU, si bien en nuestro país no se utilizan tanto (lo más frecuente son los programas escolares).

Escasa eficacia

Para ello, compararon —por medio de 12.000 encuestas telefónicas— el consumo de drogas y alcohol de 12 comunidades estadounidenses que llevaban a cabo programas preventivos con el de otros 29 vecindarios en los que no se habían practicado estas iniciativas (grupo control).

Los resultados no fueron muy positivos: ni las estrategias dirigidas a los jóvenes ni las globales (aquéllas orientadas a la población general) lograron reducir las tasas de consumo de alcohol o drogas, en comparación con los barrios «controles».

Incluso se registró que, tras poner en marcha programas dirigidos a los adultos, aumentaba el consumo de dichas sustancias.

La explicación para este «despropósito» parece ser la falta de definición de los programas comunitarios analizados, como unos objetivos demasiado amplios (exige trabajar en varios «frentes» a un tiempo). Asimismo, los autores sugieren que las estrategias pudieron aplicarse de modo incorrecto o, incluso, que las campañas de concienciación pública pudieron no llegar a su «objetivo».

Para ser eficaces, los programas comunitarios deberían centrarse en objetivos bien definidos, evaluar continuamente los progresos hacia estos objetivos y considerar estrategias ambientales —como sanciones más estrictas para las ventas de alcohol y tabaco a la gente joven— en lugar de confiar en soluciones de concienciación pública, opinan los expertos estadounidenses.

«Deberíamos encontrar un modo de salvar la distancia entre el conociemiento científico y el deseo de mejorar la propia comunidad».

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