En los años 60, el presidente Gustavo Díaz Ordaz justificaba con esta frase el boyante negocio del narcotráfico en México y el trasiego de drogas hacia Estados Unidos: “Si México es visto como un trampolín es porque del otro lado existe una gran alberca”.

Después de siete sexenios, Felipe Calderón atribuye el auge y la violencia que conlleva este flagelo al voraz mercado consumidor de drogas: Estados Unidos.

En un diagnóstico sobre el problema de la inseguridad y el tráfico de drogas publicado por la Presidencia de la República el miércoles 14, Calderón atribuyó el desastre de su Administración en materia de seguridad al consumo de drogas en aquel país. Según el Mandatario, este fenómeno ha detonado la violencia y fortalecido aún más a los cárteles que operan en México (Proceso 1757).

En ese estudio, el Presidente expuso que el origen de la violencia radica, en primer término, en el hecho de que México está situado junto al país con mayor consumo de drogas a escala mundial. “Es como si estuviéramos al lado de un vecino que es el mayor adicto del mundo”, dijo.

Pero mientras Calderón analiza los problemas de su “vecino adicto”, en México el consumo de enervantes ya alcanza niveles de escándalo, según revelan datos de la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic).

El secretario técnico de ese organismo de la Secretaría de Salud, Carlos José Rodríguez Ajenjo, dice que adolescentes y jóvenes de entre 12 y 18 años enfrentan el riesgo de caer en las adicciones.

De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Adicciones (ENA) realizada en 2008 con un costo de 52 millones de pesos, el sector de la población en este rango de edad tiene 27% de posibilidades de incurrir en el consumo de drogas prohibidas.

Esto se debe, explica el funcionario, a que en la actualidad hay una mayor oferta de drogas que en otros tiempos; es decir, el riesgo de consumo aumenta debido a la exposición y disponibilidad de sustancias ilegales.

Entre los datos que arrojó la ENA destaca que entre 2002 y 2008 México tuvo un crecimiento de 7% en el consumo de todo tipo de estupefacientes. Sin embargo, Rodríguez Ajenjo precisa que el uso de drogas ilegales como mariguana, cocaína (y sus derivados como el crack), heroína, metanfetaminas y alucinógenos aumentó de 4.6% a 5.2%, en una población cuyas edades oscilan entre 12 y 65 años.

A Rodríguez Ajenjo le preocupan tres aspectos relacionados con el consumo de drogas y sustancias tóxicas. Explica: “El primero es que hoy, a diferencia de otros tiempos, existe mayor posibilidad de usar drogas, sobre todo en los jóvenes.

“El grupo que cuenta con 12 y 18 años, por ejemplo, ahora tiene 27% de posibilidades de consumir drogas ilegales y 17% de ellos ha recibido ofertas para probarlas sin ningún costo; es decir, se las han regalado.

“Otro punto que nos inquieta es el crecimiento del consumo de drogas entre las mujeres: pasó de 1% a 2% tan sólo en un lustro. El tercer factor que nos sorprende es que la edad de inicio se está adelantando aceleradamente”.

Jóvenes en peligro

Según datos oficiales, la edad de inicio en el consumo y adicción a las drogas se da entre niños cuyas edades oscilan entre 10 y 12 años.

Sin embargo, el trampolín de lanzamiento a las grandes ligas del consumo de enervantes varía entre la población consumidora de Estados Unidos y la de México, no sólo en cuanto a la droga de inicio sino en lo que atañe al número de personas que viven el drama de las adicciones.

En el país del norte, según la Conadic, 22 millones de personas consumen distintas drogas, mientras que la Secretaría de Salud reconoce que en México hay 600 mil adictos a sustancias ilegales, así como 4.2 millones de alcohólicos.

Rodríguez Ajenjo sostiene que en Estados Unidos 36% de los adictos se adentraron al mundo de los estupefacientes fumando mariguana y 90% de ellos pasó en poco tiempo al consumo de drogas duras, como cocaína y heroína. “Por eso es muy peligrosa la legalización de la mariguana”, afirma.

En México, añade, el comportamiento es diferente pero no menos grave, pues muchos jóvenes han cruzado el umbral del mundo adictivo a través del consumo de tabaco. “Si un niño empieza a fumar hoy, tiene 13 veces más posibilidades de comenzar a consumir otro tipo de sustancias”, dice.

– ¿Por qué? –se le pregunta.

– Todos nacemos con una dotación de receptores cerebrales a las drogas; entre más inmaduro es un sistema nervioso más se va a estimular. Si un niño empieza a consumir drogas va a ocupar muchos de sus receptores a la sustancia con mayor facilidad que alguien que ya maduró más su sistema nervioso.

“Claro está que habrá niños que tienen una dotación baja de receptores; es decir, nacen con pocos de éstos y al probar una sustancia puede que ya no lo vuelvan a hacer, pues no les resultará atractiva. Pero donde hay una gran cantidad de receptores existen muchas posibilidades, como dicen los chavos, de que se «claven» con alguna sustancia.”

En la ENA de 2008 se indica que la ruta seguida por los jóvenes en una posible carrera adictiva comienza con el consumo de cigarros durante la etapa de la secundaria. De ahí, según el mismo documento, pasan al alcohol, aunque un número considerable de muchachos de entre 13 y 17 años fuma y no toma; otros bloques sociales combinan el tabaco y el alcohol.

La Conadic registra en sus estadísticas datos más precisos respecto a las edades en que muchos adolescentes y jóvenes empiezan a fumar y a beber. Las cifras indican que la mayor parte de los fumadores comienza a los 13 años; a los 15 algunos empiezan a beber y hay otros que a los 18 dan el gran salto al consumo de las drogas ilegales.

Por ello, explica el doctor Rodríguez Ajenjo, la mayor parte de quienes acuden a los centros de rehabilitación tienen entre 20 y 25 años.

Drogas sintéticas

El entrevistado considera que es sorprendente la evolución de la oferta de drogas en México y en varios países. Explica que en los noventa y hasta 2004 la cocaína vivió una suerte de boom, pues era considerada la sustancia de moda.

Después, la cocaína descendió en las preferencias de los consumidores y se abrió mercado para un derivado de esa sustancia que se conoce como crack. Quizás esta sea la más adictiva de las drogas y la que provoca mayores daños al sistema nervioso central, según estudios médicos consultados por este semanario.

El crack, también conocido como “la piedra mágica”, no es otra cosa que una mezcla de químicos con residuos de cocaína. Información de la Conadic revela que el uso de este tóxico es la causa de numerosos ingresos a hospitales.

El consumo de crack es elevado: en cinco años pasó de 0.5% a 1% y es la droga con mayor demanda junto con las metanfetaminas, también conocidas como drogas de diseño, que se han instalado en el centro de la vida de millones de jóvenes en todo el planeta.

Pero ¿cómo y en qué momento las drogas sintéticas llenaron la vida de tantos adolescentes y jóvenes?

Los investigadores españoles Juan F. Gamella y Arturo Álvarez Roldán, autores del libro Las rutas del éxtasis, explican el drama de las drogas sintéticas y su expansión en el mundo:

Millones de jóvenes han añadido un nuevo tipo de drogas al menú sicoactivo del que se nutren habitualmente. Se trata de derivados anfetamínicos que, además de efectos estimulantes, producen cierta distorsión perceptiva y cognitiva que se quiere vivir como placentera, como un éxtasis. La popularización de estos fármacos es uno de los rasgos distintivos de las culturas drogofílicas surgidas en Europa en la última década.

En muchos entornos juveniles ha predominado una visión atractiva de esas drogas que ha fomentado su consumo. ¿Quién no querría probar, siquiera una vez, algo que promete el éxtasis? Es la segunda vez, tras la eclosión del LSD (dietilamida del ácido lisérgico) en los setenta, que un agente sicodélico tiene un impacto destacado en la cultura occidental de masas.

Este tipo de drogas no parecían tener cabida en el mundo cada vez más estandarizado y sincronizado. Sin embargo, se han convertido en elementos cruciales del más importante movimiento juvenil de las últimas décadas, así como de la normalización del uso de drogas ilegales, una pauta convergente en muchos países industrializados y que afecta sobre todo a jóvenes nacidos después de 1968, a lo que comúnmente se llama la chemical generation”.

El libro, considerado a escala internacional como uno de los estudios más serios sobre expansión de las drogas sintéticas, expone además que en la difusión del llamado éxtasis ha sido crucial su asociación con nuevas formas musicales y culturas juveniles de origen estadounidense y británico (como el acid house, los raves, la dance culture), que rápidamente han proliferado por toda Europa: de Praga a Dublín y de Gibraltar a Copenhague.

En el capítulo titulado “Las tres caras del éxtasis”, Gamella y Álvarez Roldán explican que esa droga es ante todo una mercancía, un objeto que se manufactura y se intercambia buscando un beneficio. Sin las ganancias que produce su venta, “el éxtasis no existiría como lo conocemos. De hecho, su divulgación supone un nuevo avance en la mercantilización de las drogas ilegales como objeto para el consumo de masas.

“Este fármaco se ha convertido en un producto muy atractivo en forma de historiadas pastillas de colores que parecen favorecer la libertad de elegir, aunque sólo sea entre marcas y tipos: un rasgo típico de nuestra sociedad posindustrial. El carácter ilegal de la mercancía plantea un problema al considerar su éxito comercial.”

Y enseguida los autores cuestionan el boom de esta droga de diseño: “¿Cómo triunfa un producto prohibido hasta convertirse en objeto de consumo masivo?” La respuesta: mediante la protección que se brinda desde las esferas del poder para facilitar su distribución.

La asesina

Quienes han consumido heroína aseguran que después de inyectarse la primera dosis nadie queda a salvo de ser adicto a esta droga. Su poder domina la más férrea de las voluntades. “Es como una mujer seductora”, dice un consumidor que pidió el anonimato, consultado por este reportero.

Ahora trabaja en la rehabilitación de adictos a esa y otras drogas. Asegura que la heroína es la más potente de todas. “Después de probarla, nadie escapa a su placer”, añade.

En México el consumo de heroína, cocaína, marihuana y drogas sintéticas ha sumido en el infierno de las adicciones a 350 mil personas aproximadamente, según datos obtenidos por la organización independiente Narcóticos Anónimos, donde cientos de adictos se esfuerzan día y noche para mantenerse sobrios.

– ¿Cuál es el drama de la heroína? –se le pregunta al guía de un grupo juvenil en rehabilitación.

– El drama, el infierno, lo más cabrón de esta pinche adicción de mierda es que no tenemos valor para vivir, pero tampoco para rompernos la madre con un ‘pasón’. Por eso estamos aquí, luchando con nuestro drama, con nuestra vida adicta.