Haga la prueba. Pregunte a cualquier persona que pasó por el instituto o completó los estudios superiores en los años ochenta y noventa si recuerda el Katovit. Muchos soltarán un suspiro y sonreirán con nostalgia, a otros se les pondrán los ojos como platos. «Me hice la carrera entera con el Katovit», «aquello era magia, me pasaba la noche estudiando sin distraerme con nada, no he probado nada igual«, “te pasabas una semana entera sin dormir pero luego el bajón era brutal”, «toda mi clase estaba enganchada a eso», «una amiga, al saber que iban a prohibirlo, encargó un montón de cajas a Inglaterra para poder terminar la carrera». Y así, una larga serie de anécdotas, todas parecidas: el Katovit era una especie de maná estudiantil que te quitaba la fatiga y te mantenía concentrado durante días enteros sin dormir, y todo a precio de saldo. Solo había que acercarse a la farmacia más cercana y pagar algo más de 200 pesetas por una caja de 20 grageas. Se administraba con receta, pero en casi todas las farmacias había barra libre. Es la generación Katovit. No ha vuelto a haber un fenómeno igual.

«Aquello se fue de las manos y lo terminaron suspendiendo. El Ministerio de Sanidad se dio cuenta de que los estudiantes lo usaban de forma indiscriminada y la marca lo retiró porque le creaba mala imagen», recuerda Juan Carlos Ruiz Franco, filósofo y autor del libro ‘Drogas inteligentes, plantas, nutrientes y fármacos para potenciar el intelecto’ (Editorial Paidotribo). Katovit, distribuido por laboratorios FEHR (hoy propiedad de Boehringer Ingelheim), se hizo famoso entre los estudiantes porque contenía un derivado anfetamínico en su composición, el clohidrato de prolintano. Por eso te mantenía estimulado física y mentalmente tantas horas como fuera necesario, aunque hay disparidad de opiniones sobre esto. Los estudiantes de los años ochenta y noventa se abalanzaron sobre estas grageas porque era lo más parecido a tomar drogas sintéticas con la bula de tu farmacéutico. Una tentación difícil de contener. De ahí el ‘boom’, que se prolongó durante muchísimos años, y el posterior veto administrativo.

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