Salir de compras resulta agradable para la mayoría de la gente. Sin embargo, pasarse la vida de tienda en tienda puede llegar a convertirse en un problema grave cuando se convierte en un vicio y una necesidad. Las rebajas son una tentación irresistible para aquellas personas que han hecho de las compras una obsesión, ya que a la euforia general que se vive en las áreas comerciales se añade el espejismo de los bajos precios. Aunque la compra compulsiva no está reconocida oficialmente como enfermedad, gran cantidad de expertos aseguran que es un síndrome mucho más común de lo que se imagina.

Por lo general, los compradores compulsivos ignoran que lo son o piensan que su comportamiento es normal. No obstante, esta actitud se encuentra directamente relacionada con la salud mental, ya que las conductas compulsivas son casi siempre inconscientes. Esta adicción aparentemente inofensiva puede llegar a acarrear graves problemas a los que la padecen. La falta de control sobre el gasto suele traducirse en enormes deudas, sentimientos de culpa y problemas financieros y legales de diversa índole.

Aunque no existe un perfil claro del comprador compulsivo, los expertos aseguran que la sintomatología es similar a la del ludópata. Los que llevan a cabo estas conductas encuentran en las compras el poder de decisión que se les niega en su entorno familiar o laboral. Experimentan un inmenso placer tras cada producto que adquieren, que, generalmente, va seguido de un fuerte sentimiento de culpa. Según los expertos, la compra compulsiva suele comenzar en la juventud aunque no se manifiesta como un problema hasta pasados entre 8 y 10 años, cuando las consecuencias de este comportamiento continuado empiezan a convertirse en serios problemas.

Carencias afectivas
Los expertos consideran que las personas con mayor propensión a sufrir este tipo de trastornos son aquellas con carencias afectivas o una autoestima deficitaria. A través de los comportamientos incontrolados, pretenden llenar esas grietas emocionales, reemplazar situaciones y sentimientos. Sin embargo lo que se consigue es un estado de frustración que llega a ser mayor que el inicial.

Cuando el comprador compulsivo tiene que enfrentarse a una situación difícil o un momento especial de estrés utiliza el consumo como válvula de escape y medicina para sentirse mejor. Mientras está de compras lo único que le preocupa es encontrar artículos que le llamen la atención, que le ofrezcan cualquier señal para autoconvencerse de que llevárselo merecerá la pena, señalan los estudios.
Los compradores compulsivos que son conscientes de que algo falla en su comportamiento se preocupan por los comentarios de los demás. El propio sentimiento de culpa conduce al enfermo a considerar que las personas que viven en su entorno están percibiendo este trastorno y rechazándoles por ello.

Estudios llevados a cabo por gabinetes de Psicología indican que es un tipo de disfunción que resulta crónica en la mayoría de los casos. A pesar de ello, hay épocas del año que resultan especialmente peligrosas para los compradores compulsivos, sobre todo aquellas consideradas socialmente como temporadas propicias para el consumo, ya sea durante la Navidad o las rebajas.

A pesar de que es una adicción en la que todavía no se ha profundizado, existen tratamientos propuestos por psicólogos que podrían ayudar a superar este problema. La mayoría de ellos estarían fundamentalmente dirigidos a mejorar la autoestima y controlar los impulsos.