La ínsula, una región cerebral del tamaño de una moneda, está estrechamente ligada a la adicción al tabaco y la alteración de su estructura elimina la necesidad que el organismo tiene de nicotina, así como la urgencia por fumar, según muestra un estudio realizado por investigadores de las universidades de California del Sur, en Los Ángeles, y de Iowa, en Estados Unidos.

El trabajo, coordinado por Antoine Bechara, se publica hoy en Science. La investigación se basó en la experiencia de un paciente que fumaba cerca de 40 cigarrillos al día y que dejó de fumar inmediatamente después de que la ínsula resultara dañada por un ictus. Según este paciente, su organismo «había olvidado la necesidad de fumar».

La ínsula recibe información de distintas partes del organismo y, según todos los indicios, ayuda a traducir las señales en sensaciones subjetivas, como hambre, dolor o abstinencia. En comparación con otras zonas del cerebro, la ínsula no ha atraído la atención de los investigadores de adicciones, pero diversos estudios realizados con técnicas de imagen mostraron que dicha región estaba activa cuando se asociaba al consumo de drogas. Aunque dañar esta zona del cerebro no se valora como opción de tratamiento, el trabajo ofrece nuevas pistas para el desarrollo de terapias que ayuden a dejar de fumar o a monitorizar a los pacientes que están utilizando las terapias existentes.

«La principal dificultad del tratamiento de todas las formas de adicción es conseguir frenar la necesidad de consumir, ya sea comida, tabaco o cualquier otra droga. Ahora hemos identificado una diana en el cerebro que nos ayudará a lidiar con la urgencia, aunque todavía habrá que esperar mucho antes de poder contar con fármacos que actúen sobre la ínsula. Lo que sí podemos hacer de forma casi inmediata gracias a este hallazgo es monitorizar», ha señalado Bechara, quien también estudia otro tipo de adicciones, como la ludopatía.

Para determinar el papel de la ínsula en las adicciones, el equipo de Bechara analizó los datos de 69 pacientes incluidos en un registro de la Universidad de Iowa, destinado al estudio de las enfermedades neurológicas. Los participantes habían fumado al menos cinco cigarrillos al día durante más de dos años antes de que sufrieran una lesión cerebral. De hecho, 19 habían sufrido un daño cerebral que afectaba a la ínsula. «Trece pacientes del grupo que tenía la ínsula dañada habían dejado de fumar, y 12 lo habían hecho muy rápida y fácilmente, admitiendo que no habían sentido necesidad de fumar desde que habían dejado el consumo. Los autores desconocen por qué los seis pacientes restantes no han dejado de fumar».

Algunos participantes con otras formas de daño cerebral también dejaron de fumar, pero los que lo habían hecho sin esfuerzo tenían más probabilidades de haber sufrido el daño en la ínsula que en otras zonas.