«En verano, Navarra es sinónimo de fiestas, y en esta sociedad la fiesta no se entiende sin alcohol». Uxua Ardanaz hace esta afirmación desde la experiencia adquirida durante años como directora del Programa Suspertu de Adolescentes que desarrolla la Fundación Proyecto Hombre Navarra, un programa de prevención en materia de drogodependencias que trabaja con un sector de población, los jóvenes, demasiado frágil en lo que a consumo de sustancias se refiere. Los datos hablan por sí solos. Según los chavales atendidos en Suspertu, 137 el pasado año 2004, la edad de inicio de las drogas legales se mantiene en los 12,47 años para el tabaco y en los 12,77 para el alcohol. A probar el cannabis (hachís y marihuana) comienzan en torno a los 13,7 años, y en lo que a drogas duras se refiere, el éxtasis o las pastillas pueden llegar a los 15,5 años, como el speed, otro tipo de anfetamina que se esnifa. La cocaína a los 16, y la ketamina, una de las últimas incorporaciones a las drogas de diseño, que se consume generalmente bebida, a los 17. Un panorama demasiado negro como para pasarlo por alto.

«Gran parte, por no decir la mayoría, de chavales se inician en el consumo de determinadas drogas en fiestas de verano o, por ejemplo, en Nochevieja», indica Ardanaz, quien añade que «se inician porque es el momento propicio, hay más facilidad para adquirirlo y hay menos control». Según explica, las motivaciones para consumir determinadas drogas son diversas, sin embargo suelen tener un objetivo parecido: «Se hacen grandes planes para esa noche, aguantar lo más posible, desinhibirse, reírse, ligar más… Es parte de la fiesta, de la catarsis».

RISA O MUERTE En algunos casos, la droga consumida puede cumplir el objetivo buscado, en otros muchos, los efectos secundarios pueden ser gravísimos, inducir al coma e incluso llevar a un shock con muerte. El último caso ocurrió hace dos semanas en Ibiza. Un turista irlandés de 27 años falleció tras consumir éxtasis líquido, presumiblemente adulterado. Entró en coma y, cinco horas más tarde, murió en el hospital. Días antes, 25 personas, entre ellos algunos menores de edad, fueron atendidas en sanatorios baleares debido al consumo de dicha droga. Hay que señalar que el éxtasis líquido no tiene la misma composición que el éxtasis que se consume en pastillas. Se trata de un antiguo anestésico que dejó de utilizarse porque generaba ataques epilépticos. Consumido en dosis elevadas, produce alucinaciones y estimula, pero también puede llevar al coma.

Primos hermanos del éxtasis líquido son el éxtasis y el speed, dos de las drogas de síntesis que mayor aceptación tienen entre los jóvenes hoy en día. Ambos derivan de la anfetamina y se realizan en laboratorios. Según explica la directora de Suspertu, el éxtasis, que se toma en forma de pastillas (las pirulas o pastis) , «son relativamente baratas, menos de 12 euros», bastante asequibles. En el éxtasis, el MDMA es la más cotizada. Sus efectos están entre lo físico y lo emocional: «Por un lado te estimula y te permite aguantar toda la noche; por otro, está la parte empática, de sentirte más a gusto con la gente, más querido…», señala Ardanaz. Los efectos, en cambio, varían muchísimo entre una persona y otra. «El uso de sustancias tiene en potencia un riesgo, y si además el consumo va unido a una persona con riesgos, bien porque es muy joven, impulsiva o simplemente porque en la droga encuentra una solución a sus situaciones personales, el riesgo aumenta». En este cóctel explosivo influye además la composición de la sustancia, que, en casos como el speed, que se consume esnifado en rayas, puede estar además adulterado y llevar a la intoxicación. En el caso de las pastillas, su efecto puede ir asociado, en algunos casos, al llamado golpe de calor , en el que el afectado puede experimentar un aumento de la temperatura corporal superior a los 40 grados, una situación que, si no se controla adecuadamente, puede tener consecuencias irreversibles.

Las intoxicaciones no es algo ajeno a las estadísticas navarras. El pasado mes de julio se han dado en Navarra varios casos de crisis de ansiedad por el consumo de speed o pastillas, así como cuadros de psicosis tóxicas, «por speed o cocaína, por ejemplo. El chaval estaba entre dos y tres días con alucinaciones». Algo parecido ha ocurrido con el alcohol. En Sanfermines, por ejemplo, los servicios de urgencia de los hospitales atendieron varios casos de intoxicaciones graves.

Los consumos están cambiando, y la percepción sobre las drogas también. Las estampas de los heroinómanos del pasado, en las que el deterioro físico resultaba tan evidente, han dado paso a una falsa realidad. Según estudios, el 30% de los jóvenes piensa que por consumir una raya de cocaína de vez en cuando no es peligroso, pero las cifras indican que las atenciones por problemas derivados del consumo aumentan año a año. En el sector juvenil, por ejemplo, se está detectando un fenómeno preocupante: «El consumo de cannabis está adoptando los patrones del tabaco, y hoy en día muchos chavales se fuman un porro incluso antes de entrar en clase por la mañana».

«Si sólo se consumiera en momentos puramente de ocio, el cannabis no tendría la incidencia que está teniendo en los chavales. El 97% de los que vienen al programa lo hacen por fumar porros y porque sus padres perciben que su hijo está cambiando». El componente activo del cannabis, una droga considerada de las blandas, es el THC, pero cuando el cerebro se acostumbra, el que consume el porro piensa que está normal, que no le pasa nada. «Para conseguir el efecto, le ponen más cantidad o consumen más veces». En la práctica, hay jóvenes que van a clase fumados , «pero como el cannabis enaltece el cerebro, no se enteran de nada. Eso está ocurriendo y se llama síndrome amotivacional». Está a la orden del día.