La prisión de Cuatro Caminos pone en marcha este mes de mayo una prueba piloto para intentar reducir de forma drástica el consumo de tabaco entre la población reclusa. A diferencia de lo que ocurre en la calle, donde un 25% de la población es fumadora, en las cárceles el consumo de tabaco sube hasta el 75%, ya que el cigarrillo se convierte en un elemento muy importante dentro de la cultura penitenciaria.

El pleno prevé, entre otras medidas, campañas de sensibilización, planes de atención personalizados para los internos que quieran dejar de fumar y cambios estructurales en las cárceles, como la implantación de celdas para no fumadores o la creación de espacios libres de humo en zonas comunes como los patios, donde actualmente se permite fumar sin limitaciones.

El disparo de salida «simbólico» en la implementación de las nuevas medidas contra el tabaco en las cárceles se hará el próximo 31 de mayo, coincidiendo con el Día Mundial Sin Tabaco. En función de la demanda de los propios presos, Cuatro Caminos tendrá entonces las primeras celdas para no fumadores y los internos que no quieran ser fumadores pasivos tendrán también un espacio libre de humo en el patio.

Las medidas no supondrán grandes cambios en la organización interna de la prisión, ya que la baja ocupación del centro penitenciario permite que los presos que no sean fumadores puedan estar solos en una celda, sin necesidad de compartirla con algún otro recluso que sí sea fumadores.

Con todo, el objetivo es reducir el consumo del tabaco de forma generalizada en la cárcel y poder extender este plan contra el tabaquismo en el resto de centros penitenciarios del país. Y es que a diferencia de lo que ocurre en la calle, en prisión fuman tres de cada cuatro presos, una cifra que triplica la conducta de la población en libertad.

Los cambios y la implementación de medidas se hará de manera lenta y gradual. «No podemos entrar a saco», reconoce la consejera de Justicia, Ester Capella, consciente del peso que tiene el tabaco en la cultura penitenciaria: «El cigarrillo es a menudo moneda de cambio, el pretexto para iniciar una conversación, una manera de pasar las horas o de resolver conflictos. Hay situaciones tensas que muchas veces se reconducen con un cigarrillo y aquí fuma prácticamente todo el mundo «, asegura.

Con el programa antitabaco, sin embargo, se quiere trasladar a las cárceles una lucha muy presente fuera: «Las cárceles son comunidades de vida que se parecen a nuestros pueblos y ciudades y tenemos que hacer que se parezcan también en esta cuestión». Para ello, desde la dirección de la prisión se ofrecerá a aquellos reclusos que quieran dejar de fumar planes personalizados de seguimiento clínico para «acompañarlos» en su lucha contra el tabaco.

Dentro del plan también se prevé que cuando la prisión lo autorice, y «con el horizonte de la salida en libertad» de los presos puedan programar salidas para ir al médico. Para aquellos que ya entren en prisión siendo fumadores, también se trabajará para que salgan siendo ex-fumadores y puedan «apagar el último cigarrillo» en el centro penitenciario, como parte del trabajo de reinserción a la sociedad, según detalla la consejera de Salud , Alba Vergés.

En este sentido, Vergés asegura que los presos que puedan dejar de fumar en prisión podrán salir en libertad con un futuro más esperanzador. Para la consejera, el programa piloto de Cuatro Caminos «no es más que garantizar el derecho a la salud, que debe ser siempre» porque forma parte, explica, del derecho a la vida.

Nota: artículo original publicado en social.cat