Los enfermos de cáncer tratados con quimioterapia llevan tiempo pidiendo la legalización de la marihuana para poder combatir efectos secundarios como las náuseas sin tener que esconderse. El plan piloto para dispensar cannabis con fines terapéuticos, que comenzará a funcionar en Cataluña a partir de febrero, aumenta las esperanzas de muchos de ellos, que pueden ver en esta iniciativa una salida al consumo, por ahora ilegal, de esta sustancia para paliar un poco sus dolencias.

Seis importantes hospitales de Barcelona -entre ellos, el Valle de Hebrón- y 150 farmacias catalanas formarán parte de esta iniciativa, que se pondrá en marcha gracias a la colaboración entre el Ministerio de Sanidad y la Generalitat de Cataluña y que espera sacar conclusiones definitivas sobre la eficacia de esta planta en algunos tratamientos. Estos detalles fueron desvelados recientemente a los especialistas en el Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, promotor de este plan.

Los médicos elegidos, que junto a los farmacéuticos recibirán cursos de formación especial, seleccionarán a mil personas que padezcan alguna de las cuatro sintomatologías para las que el cannabis puede servir de ayuda: enfermos de cáncer que sufran los efectos de la quimioterapia, afectados de esclerosis múltiple, pacientes con dolores de origen nervioso y aquellos infectados de sida que necesiten estimular su apetito. Algunos de estos pacientes ya utilizan esta planta para combatir su sufrimiento, otros la probarán por primera vez.

Las farmacias implicadas -100 de ellas en la capital barcelonesa y su área metropolitana y otras 50 en las poblaciones adyacentes- dispensarán cápsulas de cannabis en polvo, es decir, la propia planta pulverizada, sin aditamentos sintéticos como la nabilona, un sustitutivo de la marihuana que se emplea en medicina.

Unificar las dosis

Este plan pionero en España -pendiente sólo de sus últimos flecos legales- lo es también en cierto modo en Europa, según admite Rafael Borràs, presidente del Colegio de Farmacéuticos de Barcelona y uno de los responsables de la comisión que ha puesto en marcha el proyecto. «Sólo existe una experiencia similar en Holanda, pero allí venden directamente la planta de marihuana en botecitos de cinco gramos», explica el especialista.

«El paciente se automedica según el prospecto -prosigue Borràs- y las indicaciones del farmacéutico. También tienen los «coffee shops», pero las diferentes calidades de la hierba que se encuentra en estos establecimientos o en el mercado negro hacen que los resultados no siempre sean los óptimos».

La elección del cannabis en polvo obedece a que ofrece mayor facilidad a la hora de unificar las dosis, y a que así se puede diluir en un medio graso -es liposoluble- como la leche, «con lo que se absorbe mucho mejor».

Las farmacias han sido seleccionadas en virtud de su experiencia en la dispensación de metadona y de jeringuillas, «como reconocimiento a la labor asistencial que hacen, a veces contra viento y marea», señala Borràs.

Dispensar el cannabis en las boticas o en los centros hospitalarios era un escollo a salvar para el arranque del plan, ya que mientras la Generalitat apostaba por la primera opción, la Administración central se decantaba por la segunda. Borràs explica que finalmente el Ministerio cedió: «Es lo mejor por la accesibilidad del paciente al fármaco, puesto que la mayoría de los pacientes tiene que desplazarse desde muy lejos para ir a los hospitales a recibir quimioterapia». Además, el experto recuerda que los farmacéuticos tienen experiencia en el manejo de la sustancia por las muchas consultas que reciben.

«No es la panacea»

Borràs ha estado trabajando en las dosis con las que empezarán a trabajar, «que serán modificadas según los resultados que vayamos obteniendo». «El cannabis no es la panacea, pero es parte del arsenal para luchar contra la enfermedad. Los resultados en muchos pacientes son espectaculares», destaca el especialista, quien ahora se pone al frente de la novedosa iniciativa con la que Cataluña se convierte en la punta de lanza de los tratamientos para tratar de paliar los efectos secundarios de muchos tratamientos agresivos con el organismo.

Por último, Borrás cree que hay que acabar con la estigmatización que sienten muchos de los enfermos que, para mitigar sus dolencias, toman marihuana: «Es terrible que algunos no se atrevan a comentárselo ni a su familia».