El síndrome de abstinencia provocado por la imposibilidad de comprar las sustancias puede pasar factura en las relaciones y estados de ánimo del consumidor, tanto de los que ya han generado una adicción como aquellos que la utilizan de forma recreativa.

El precio de los porros ha subido. La situación de confinamiento también ha hecho efecto en la ley de la oferta y la demanda del comercio ilegal de sustancias estupefacientes. Además, el hecho de que las personas que usan y abusan de las drogas no puedan salir de sus casas ha afectado a los procesos de rehabilitación, que se siguen realizando mediante videollamadas entre los pacientes y los centros de tratamiento, además de que los síndromes de abstinencia provocan, cada vez más, cambios en los ritmos de sueño y de humor en aquellos que no pueden consumir de la misma forma en que lo hacían hace un mes.

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