El gobierno peruano está siendo víctima de la imagen de éxito en materia de control de drogas ganada a finales de los años noventa. Un éxito «virtual» que ha obstaculizado el apoyo de parte de donantes internacionales. En estos momentos sería conveniente que la comunidad internacional se olvidara definitivamente del supuesto éxito peruano y ayudara a ese país en sus tentativas de diseñar y formular una nueva política de drogas. Perú podría convertirse en un ejemplo de lo que se puede obtener con la aplicación de otro modelo antidrogas. Un modelo que evite la erradicación forzosa, en el que las medidas represivas se apliquen solamente contra el crimen organizado, y que cuente con una estra­tegia de desarrollo rural concertada con las comunidades.