Un grupo de expertos de la Universidad de Dartmouth (New Hampshire, EE UU) se ha valido de los actos más serios de los niños, los juegos, para estudiar la influencia del consumo paterno de tabaco o alcohol en los más pequeños (Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine).
Hicieron que 120 niños de 2-6 años eligieran a un muñeco que les representara para hacer las veces de un adulto: tenían que comprar lo necesario para pasar la tarde con un amigo. El 28% adquirió tabaco, el 62% alcohol y el 24% ambos. Los niños eran más proclives a coger tabaco o alcohol si sus padres fumaban o bebían, ya que asociaban su consumo a actos sociales. Haber visto películas de adultos o para mayores de 13 también resultó determinante a la hora de añadir cerveza o vino al carro. «Los niños aprenden sobre todo por imitación», explica Fernando Chacón, experto en Psicología Social. «Está demostrado –continúa– que tienden a imitar las conductas de los padres; por eso, es mucho más probable que un niño que se eduque en una familia de fumadores adquiera el hábito».