Lourdes Ortigosa, responsable de tratamiento ambulatorio de Agipad, focaliza su posición más crítica respecto a la incidencia de los porros entre los adolescentes en la «banalización» de los riesgos alimentada en los últimos años. Parte del principio de que «consumir drogas supone riesgos», y que estos se acrecientan cuando la persona es menor de edad.

¿Crece el número de tratamientos de deshabituación al cannabis? En Agipad, que lleva casi tres décadas atendiendo a personas con drogodependencias, la estadística desmiente esa hipótesis y, en todo caso, precisa que es en personas adultas «entre las que sí hay más casos en los últimos cinco años».

La responsable de Agipad refiere que entre los menores de edad, las demandas de ayuda provienen de padres «preocupados porque perciben síntomas llamativos, como el abandono escolar o de su estilo de vida habitual». Las peticiones también las hacen jóvenes de 18-20 años «que fuman menos que cuando comenzaron con 12-13 años, pero que, desde el punto de vista psicopatológico, presentan trastornos disruptivos y de personalidad que tienen que ver con su vida familiar, escolar. relacional y social».

En estos casos, se trata de jóvenes que no tienen una dependencia muy fuerte, pero que se han pasado ciegos media juventud: «Acumulan una trayectoria en la que el tránsito de la vida infantil a la adulta lo hacen echando mano del cannabis, pero no sólo, porque beben cantidades importantes de alcohol». Cuando intentan dejarlo afloran síntomas de ansiedad, dificultades para conciliar el sueño… «El consumo de cannabis ha enmascarado otros aspectos problemáticos -prosigue Ortigosa-. Si una persona que tiene trastorno de ansiedad ha estado utilizando el cannabis, cuando lo deja se desata más su ansiedad».

Incongruencia social

La asociación causa-efecto entre consumo de marihuana y enfermedad mental no responde a la realidad, según Lourdes Ortigosa. «Ni mucho menos, aunque está claro que en las personas que se inician en el consumo de drogas a una edad temprana, -12, 13, 14 años- , el factor riesgo es algo a tener muy en cuenta, porque puede desencadenar trastornos severos de salud mental que no se hubieran evidenciado si no se hubiera puesto en contacto con esas sustancia».

Por ello lamenta la incongruencia de un discurso social en el que «hay leyes, servicios, profesionales, educadores… al servicio de la prevención, pero luego existe una condescendencia social hacía el cannabis, con tópicos como que es una droga blanda, etcétera. Hay que poner las cosas en su sitio a la vista. No se puede banalizar el que un joven entre en contacto con las drogas».

Juantxo Apilánez, responsable de acogida de Proyecto Hombre en Hernani, tiene la misma percepción sobre la asociación entre drogas y trastorno mental. «La demanda de consumidores de cannabis, de entre 18 y 22 años, que presentan una psicosis asociada aumenta paulatinamente de año en año. Ahora bien, los pronósticos son diferentes, algunas psicosis remiten y otras se cronifican, por lo que hay que asegurar un largo periodo de abstinencia y un adecuado tratamiento farmacológico para realizar un diagnostico apropiado. No obstante, ese aumento también se produce porque los tratamiento se solicitan a edades más tempranas». De hecho, anuncia que Proyecto Hombre va a crear un servicio para personas que presentan una patología mental severa, «porque cada vez hay más casos, pero no sólo por cannabis, y para gente joven».

¿Existe una relación de causa-efecto entre consumo de porros y patologías psiquiátricas? Apilánez apunta que es la discusión candente entre los profesionales: «Seguramente en bastantes casos el hachís despierta o promueve psicosis. Ahora tengo mis dudas de que si no hubieran consumido, no se hubieran producido esos cuadros; quizás hubieran sido otros los detonantes, como un conflicto laboral, afectivo, familiar…».

La detección de problemas psiquiátricos en consumidores de drogas no se puede atribuir en exclusiva al cannabis. «Hoy en día los chavales hacen consumos muy compulsivos, comienzan con tabaco, alcohol, cannabis, quizás en ese orden; para después en algunos casos dar un salto en el que terminan por consumir otras sustancias. En este sentido, evoca que en los años 80 «la heroína daba problemas asociados a delincuencia, síndrome de abstinencia, pero psiquiátricamente no había deterioro, -sí después de 20 años de consumo-. Los consumidores de drogas ahora presentan un deterioro más psíquico, tanto en adultos como en jóvenes».

Percepción errónea

El consumo más o menos generalizado de los porros se explica, en parte, por una confluencia de factores que han disparado la permisividad: «El problema es que esa permisividad promueve consumos más tempranos. No es lo mismo fumar un porro a los catorce años que a los veinticuatro; hay una quinta de padres, entre los 40 y 50 años, que hemos vivido una época de drogas diferente y que tenemos una percepción diferente, de que no tan son malas sino en función de cómo se consuman. Se ha caído en ese error que al final nos lleva a ser más permisivos con el consumo, porque se le da una función lúdica».

Carlos Jiménez es psicopedagogo y director técnico de Norbera, un programa de la fundación Izan de apoyo a adolescentes guipuzcoanos de entre 14 y 18 años que se encuentran en situación de riesgo o desprotección. Defiende que no hay que banalizar las cosas, pero tampoco «dramatizarlas» y en este sentido asegura que «la edad de inicio en los consumos no está bajando, permanece estable desde hace cinco años. Por ahí no hay que alarmarse».

Comparte con Ortigosa y Apilánez que «lo más peligroso» es que se ha reducido la percepción del riesgo. «Aquí nos encontramos cada vez más con chicos y chicas de 14, 15 y 16 años que consumen hachís y marihuana en muchos casos a diario y piensan que es algo normal». Esos porros tienen una «relación directa» con brotes psicóticos en algunos adolescentes que tienen predisposición genética, -«hasta que fuman no saben si la tienen o no», -aunque «ni son casos alarmantes ni numerosísimos. Hay casos, es verdad, pero también los tuvimos hace diez años. Otra cosa es que como cada vez hay más jóvenes que fuman, haya más chicos diagnosticados con estas patologías».

Fracaso escolar 100%

El director técnico de Norbera señala que si alguna relación causa-efecto se puede establecer de modo incontrovertible es con el fracaso escolar. «Ahí no hay dudas. Un chaval de ESO que consuma hachís a diario, como vienen muchos, sabe que si quiere aprobar tendrá que dejarlo o reducir drásticamente su consumo». Los canutos inducen síndrome amotivacional -no tener ganas de hacer nada- y disminuyen la capacidad de concentración y la memoria a corto plazo, -«olvidas lo estudiado la víspera»-.

Jiménez no se echa las manos a la cabeza por el número de porreros afectados «sino por la baja percepción del riesgo y por lo normalizado que está en la sociedad actual que se fumen porros. Las razones que explican esta mirada social benevolente hacia esta droga son varias, a su juicio: «En su día se creó la imagen de que la droga mala de verdad era la heroína; muchos padres de adolescentes porreros lo fueron en su día o lo son ahora, y por ejemplo, toleran que sus hijos cultiven plantas; hay una visión equívoca asociada a cierta ideología más progresista, queda bien; hace poco salió una actriz fumándose un porro en TV, y vivimos en una sociedad en la que los adultos consumimos otras drogas, porque se ha inoculado que la felicidad es consumir».