El psicológo Hilario Garrudo afirma que el alcohol es, hoy en día, la droga casi exclusiva de los adolescentes, y cree que, más que informar sobre sus riesgos, hay que educar en valores y dar un buen ejemplo en el ámbito familiar. Garrudo dirige estos días en el instituto Orixe un ciclo de charlas destinadas a informar a los padres sobre los aspectos preventivos del consumo de drogas.

¿Cuál es el principal motivo que empuja a los adolescentes a consumir alcohol, droga en general, a edades cada vez más tempranas?

– Sin duda, el de la experimentación. Los adolescentes quieren experimentar por sí mismos. Son pequeños investigadores y actúan muchas veces contra toda corriente imperante. Hay otros motivos que les empujan a consumir, como las conductas imitadoras, los ritos de iniciación, las conductas provocativas o las llamadas de atención… Pero fundamentalmente el adolescente consume para experimentar.

¿Y qué actitud debemos de tomar los padres? ¿Qué factor preventivo podemos emplear?

– Los padres tenemos que ser conscientes de que las drogas, incluyo siempre el alcohol, están ahí, y que en algún momento de su vida, los hijos van a probarlas. En vez de alarmarnos ante ello, tenemos que tener la distancia afectiva suficiente como para no implicarnos demasiado. Si les hemos educado en valores, en actitudes…, tenemos que dejar que ante un consumo, nuestros hijos saquen sus propias conclusiones. Esta es la principal estrategia preventiva. Porque, de verdad, tengo clarísimo que una vez que los adolescentes prueban y experimentan con el alcohol, con las drogas en general, casi todos las abandonan.

También ha comentado que una primera experiencia desagradable actúa como elemento distanciador y disuasorio…

– Eso está clarísimo y tengo mil ejemplos que lo confirman. Si el primer consumo genera en los adolescentes momentos desagradables, o les provoca una borrachera fuerte que les descontrola, vómitos, etc., si experimentan en sus carnes situaciones como éstas, es muy previsible que no vuelven a consumir.

¿Tienen información suficiente los jóvenes sobre las drogas y sus consecuencias?

– Paradójicamente tienen más información que nunca y el consumo adolescente ha aumentado y comienza a edades más tempranas. ¿Por qué? Porque sólo se les informa y no se les dan actitudes, valores adecuados, herramientas ni habilidades para la vida. Saben que la droga es mala y les machacamos recordándoselo, pero con decirlo una vez, ya vale. Tenemos que conseguir que, una vez que tienen la información, desarrollen, interioricen, la idea de no consumir, que tengan la capacidad de decir «no». Y ahí fallamos, porque sólo les educamos en la información.

Entonces, ¿qué más podemos hacer los padres si además tienden a no hacernos caso, al menos aparentemente?

– Yo creo que todo lo que hacemos y decimos les influye, siempre les servirá para algo, aunque parezca lo contrario, aunque a veces nos frustremos pensando que no vale para nada. Si un chaval tiene claro que a su familia no le gusta que se drogue, que beba, esta certidumbre le valdrá de herramienta a la cual agarrarse cuando se encuentre con una situación en la que la presión del grupo es muy grande. En el tema de las drogas, tenemos que darles un buen ejemplo. Más que decirles que son malas, tenemos que transmitirles los valores adecuados.

La paradoja es que los hijos están habituados a ver que sus padres consumen alcohol en las celebraciones, en las reuniones familiares… Incluso algunos relativizan la peligrosidad de fumarse unos porros.

– Totalmente cierto. Es la gran contradicción de nuestra sociedad. Todo lo celebramos con alcohol y ellos lo están viendo. En cuanto al hachís, sí que me he encontrado con padres que relativizan su consumo argumentando que es una droga terapéutica. Es una gran mentira, es una droga que tienen efectos muy peligrosos a medio y largo plazo.

La última encuesta del Euskobarómetro ha causado alarma sobre los hábitos de nuestros adolescentes…

– Mi experiencia me dice que no hay que fiarse mucho. Es más, creo que hacen mucho daño alarmismos de este tipo. No es cierto que las relaciones sexuales plenas empiecen antes ni que nuestros jóvenes estén inmersos en una vorágine de alcohol y drogas. Individualmente dicen una cosa y en grupo otra muy distinta.