Jugar es tan sencillo como discreto. Basta con tener una tarjeta de crédito y una conexión a Internet. No hay más filtros. Cualquiera puede apostar y probar suerte sin salir de casa ni despertar sospechas. En muchos casos, todo empieza tras pinchar uno de los miles de anuncios que pueblan el ciberespacio con reclamos sugerentes. El problema, como advierten los psicólogos, es que ese primer «click» puede tornarse en una perversa trampa que acaba arruinando y destrozando la vida de quienes tientan a la Diosa Fortuna.

De eso saben bien en la Asociación Malagueña de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Amalajer). La incidencia de las nuevas tecnologías sobre la ludopatía es tal, que esta organización se ha visto obligada a crear un grupo de trabajo específico para atender las adicciones ligadas a casas de apuestas y casinos «on line». De momento, hay una docena de personas en tratamiento. Es sólo el principio de una tendencia que irá a más con los años y que se está cebando con los más jóvenes, según explican.

Por las dependencias de Amalajer se pasean actualmente unos 50 lodópata menores de 25 años y, buena parte de ellos, además de las tradicionales tragaperras, han estado enganchados también a juegos virtuales. Se trata, pues, de un fenómeno preocupante, sobre el que Fernando Díez, psicólogo de la asociación, llama la atención. «Ahora el enemigo está en casa», asevera.

Anonimato y fácil acceso

El anonimato, la facilidad de acceso y los suculentos premios a cambio de poca inversión son dos de los ingredientes que favorecen la adicción a las apuestas a golpe de ratón. «Con estos juegos no tienes que ir al bingo ni al bar a exponerte a que te vean con la tragaperras. Cualquiera puede iniciarse desde casa. Además, hay muchas páginas que te ofrecen bonos de regalo para empezar a jugar de forma gratuita. Son auténticos caramelos para los más jóvenes», relata Díez.

Preguntado por el perfil de estos nuevos ludópatas, desde Amalajer aseguran que, en general, coincide con el del resto. «Se trata de personas que carecen de habilidades sociales, que suelen presentar una baja autoestima, que no saben decir «no» y tienen escasa tolerancia a las frustraciones. Para ellos el juego es un refugio que les permite evadirse de la realidad», detalla.

Además de estos rasgos, comunes a los que suelen presentar los adictos a otros juegos tradicionales, en el caso de Internet se da el caso de que quienes caen su sus redes suelen ser de edades inferiores y con un nivel académico más alto. «Al principio apuestan por distracción y llega el momento en el que como todo se paga con tarjeta pierden la noción del dinero perdido», destaca Díez.

Sólo entonces saltan las alarmas, cuando en el entorno del enfermo se destapa la sangría económica. Es en ese instante cuando le dan un ultimátum y le llevan a rehabilitación, «en la mayoría de los casos obligados», comenta el presidente de Amalajer, Francisco Abad. «Normalmente la bomba estalla cuando un familiar descubre que se ha gastado cantidades importantes. Llegado a ese punto muchos ya arrastran cartas de apremio y hasta embargos porque el juego se les ha escapado totalmente de control», precisa.

El tratamiento es lento. Lo primero es que el ludópata reconozca que tiene un problema, que se le restrinja el acceso a Internet y se le quite la tarjeta de crédito. La duración media, como cuentan desde Amalajer, ronda el año y medio a razón de dos sesiones semanales en grupos. Además, una vez a la semana se desarrollan terapias abiertas en las que pueden intervenir los familiares. El programa se completa con consultas individualizadas con los psicólogos y trabajadores sociales del centro.