«¿Qué va a suponer la nueva Ley Antitabaco? ¿Que los paisanos de un chigre de Piñera de Arriba no van a fumar como locos? Pues, evidentemente, no. Porque, además, nadie se va a preocupar de ir a inspeccionarlo». La pregunta y su correspondiente respuesta son del jefe de la Unidad de Coordinación del Plan de Drogas de Asturias, José Ramón Hevia, uno de los máximos responsables de luchar contra el tabaquismo en el Principado.

Prosigue Hevia: «Pasa lo mismo ahora. No hay un cumplimiento estricto de la ley, porque somos más mediterráneos que anglosajones y la tendencia en España es que toda ley es relativa. Más, si soy yo el que puede saltársela. Pero el objetivo final, que es tener atmósferas limpias, al menos en los centros de trabajo se ha logrado. Siempre habrá alguien que trampee, pero la meta es que, quien quiera aspirar aire limpio, tenga derecho a aspirarlo».

El responsable del Plan de Drogas de Asturias -una comunidad autónoma que consume cada año 98 millones de cajetillas de cigarrillos y 36 millones de puros- responde así a las críticas de los hosteleros del Principado, que, con su presidente al frente, han alertado ya de que la nueva ley, que prohibirá fumar en todos los espacios públicos cerrados, incluidos bares, cafeterías y restaurantes, puede suponer unas pérdidas millonarias para el sector.

El portavoz regional no está de acuerdo en que la oposición hostelera sea frontal y total. Más bien, al contrario. Cree que la norma anunciada por la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, «era una petición clamorosa de muchos empresarios» porque «la actual situación de medias tintas había generado muchos problemas».

2.500 fallecimientos al año

E incluso va más allá: «Los trabajadores de la hostelería van a estar de enhorabuena a partir de 2010 porque ahora estamos sometiendo a ese número importante de trabajadores a un agente cancerígeno como el humo del tabaco, algo que ningún otro sector permite, un factor inductor del cáncer de pulmón y de vejiga». Y, para terminar de convencer a los escépticos, José Ramón Hevia se atreve a lanzar un pronóstico: «Este tipo de cánceres se reducirán a la mitad en un periodo de entre 10 y 20 años entre los trabajadores del sector. Especialmente, entre los que no fuman».

Las cifras del Informe 2008 del Observatorio sobre Drogas de Asturias tampoco dejan lugar a muchas dudas. Aunque el dato se mantiene más o menos estable, los últimos datos que analiza son los referidos a 2006, un año en el que «se produjeron en Asturias alrededor de 2.500 fallecimientos directamente imputables al tabaco, lo que supone, en términos de mortalidad general, que una de cada cinco muertes de la región puede ser atribuida al hábito de fumar».

El documento precisa además que, de los 6.371 fallecimientos contabilizados en ese mismo año en hombres, el 28,2% (1.791) fueron debidos a esa causa, mientras que en las mujeres una de cada diez (11,9%) también fueron directamente atribuibles al tabaco que ahora se extingue. La proporción es de 2,5 muertes de varones por cada fallecimiento de una mujer.

En cuanto a las enfermedades que provocaron esos fallecimientos, también son distintas. Así, en el caso de los hombres, los tumores son la principal causa de muerte (46,1%), seguidos por las enfermedades cardiovasculares (con un 32,1% del total) y, por último, por las patologías respiratorias, que fueron las responsables de un 21,8% de los fallecimientos, con el cáncer de pulmón, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y la cardiopatía isquémica en primer término.

El primero, a los 13

Mientras, en las mujeres, la distribución porcentual de las muertes atribuibles al tabaco es diferente. En ellas, la primera causa son las enfermedades cardiovasculares, con un porcentaje que supera el 50%, seguidas por los tumores malignos (30,5%), que son responsables de una de cada tres muertes y que superan ampliamente a las enfermedades respiratorias, que, con un 14,2%, aparecen en el tercer lugar de la lista. El mismo informe refleja que los jóvenes asturianos fuman su primer cigarrillo a los trece años y que el consumo diario de tabaco empieza poco más tarde, a los catorce.

Ahora bien, el jefe de la Unidad de Coordinación del Plan de Drogas no se engaña y sabe que «dejar de fumar, como en el caso de cualquier otra adicción, no es precisamente fácil». Y, por eso, entre sus próximos planes está que cualquier persona que acuda al sistema sanitario responda a dos preguntas: «¿Es usted fumador? ¿Quiere usted dejarlo?».